Sin argumentos militares, Estados Unidos debe reinventar su relación con los talibanes

 

Estados
Unidos, al que solo le queda la ayuda económica para presionar a los
talibanes, tendrá que reinventar su relación con Afganistán para
defender sus intereses tras haber puesto fin a dos décadas de presencia
militar en el país.

El ejército estadounidense completó su retiro
el lunes. Pero Washington no puede desinteresarse de un país en donde
Al Qaeda organizó, bajo el anterior régimen talibán, los atentados del
11 de septiembre.

“Tenemos los medios de presión para asegurar
que los compromisos” tomados por los nuevos dueños islamistas de Kabul
“sean respetados”, dijo martes el presidente estadounidense, Joe Biden.

El
secretario de Estado, Antony Blinken, aseguró que Afganistán volverá a
ser un “Estado paria”, como lo fue entre 1996 y 2001, si limita los
avances en cuanto a derechos de las mujeres o transforman nuevamente el
país en santuario para el yihadismo internacional.

El
consejero de la Casa Blanca para la seguridad nacional, Jake Sullivan,
fue aún más explícito: “Esperaremos a ver sus actos antes de decidir
sobre el futuro de la ayuda económica y para el desarrollo”, dijo el
martes.

“Única flecha”

Según Michael Kugelman, del
centro de estudios Wilson Center, “la ayuda económica es ahora la única
flecha en el arco de Washington”, que aún posee la llave de acceso a
9,000 millones de dólares en reservas de divisas de Afganistán,
actualmente congeladas.

La ayuda internacional representaba en
2019 tres cuartas partes del gasto público en este país entre los más
pobres del mundo, y los estadounidenses, según algunas estimaciones,
financiaban más de la mitad de los salarios de funcionarios hasta la
caída del gobierno prooccidental.

Hoy el país se ve amenazado por
“un derrumbe completo de los servicios básicos”, advirtió martes el
secretario general de la ONU, Antonio Guterres.

No obstante, la
“flecha” económica está desafilada. Porque otras potencias, empezando
por China, “no pedirán tantas garantías a los talibanes para concederles
reconocimiento y asistencia económica”, dijo a la AFP Kugelman.

“Los
diplomáticos occidentales se obsesionan con los medios de presión”,
pero la realidad es que “perdimos la guerra”, añade Graeme Smith, asesor
para la organización de prevención de conflictos International Crisis
Group.

Predice una relación a base de “negociación y no de coerción”.

En
lo inmediato, el gobierno estadounidense tiene una prioridad: permitir
la salida de Afganistán de sus ciudadanos aún varados y facilitar el de
otros extranjeros y afganos que trabajaron con el ejército de Estados
Unidos pero no pudieron ser evacuados a tiempo.

Crisis humanitaria

Por ahora el departamento de Estado apuesta a la presión diplomática.

Los
otrora insurgentes “están sometidos hoy a las mismas sanciones que
ayer, y espero que siga siendo el caso mañana y en un futuro próximo”,
declaró martes el vocero de la diplomacia estadounidense, Ned Price,
subrayando que su levantamiento dependerá de la actitud adoptada por los
talibanes.

Pero Grace Smith, como varias organizaciones, juzga
necesarias derogaciones para facilitar la llegada de ayuda humanitaria y
evitar una crisis de gran amplitud que “desestabilizaría” la región y
fomentaría “olas migratorias sin precedente”.

A más largo plazo, los intereses estadounidenses se relacionan sobre todo con la lucha contra el terrorismo.

Biden
afirmó que su país alcanzó el objetivo inicial en Afganistán: evitar
que el país sirva nuevamente de “rampa de lanzamiento” para ataques en
su territorio.

Para asegurarse de que siga siendo el caso,
Estados Unidos puede paradójicamente apoyarse en el diálogo que
instauró, durante largas negociaciones en Catar pero también en la
reciente crisis, con sus enemigos jurados talibanes.

“Comenzaron a aprender a conocerse”, dice Smith.

Desde
mediados de agosto, militares y diplomáticos estadounidenses
multiplicaron comentarios positivos acerca de los nuevos dirigentes
afganos, cuando sus intereses convergían de manera asombrosa. Los
estadounidenses querían irse, los talibanes querían que se fueran y
todos querían evitar ataques del enemigo en común, el grupo yihadista
Estado Islámico.

Para la exdiplomática Elizabeth Threlkeld,
investigadora en el centro de pensamiento Stimson Center, es en las
garantías antiterroristas, y quizá en la formación de un gobierno
“inclusivo”, que la presión estadounidense puede tener cierto “éxito”.

 

CREDITOS A DIARIO LIBRE

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