Doña Juana Emiliano, una octagenaria de 84 años, nunca imaginó
que la persona a la que acogió como un hijo, a quien le brindó techo,
alimento y educación, se convertiría en el principal imputado en la
muerte de su hija, Francisca Emiliano.
Ella conoció muy bien a Bernardo Figueroa Ferreira, un abogado al que ayudó desde sus inicios en el sector Batey Bienvenido, en Santo Domingo Oeste.
“Ese hombre no era un desconocido”,
lamentó doña Juana, intentando contener las lágrimas, pero los estragos
de los múltiples accidentes cerebrovasculares que ha sufrido
dificultaban su expresión y que pronunciara bien todas las palabras.
“Vivió
por un tiempo sin pagar ni un solo peso en una de mis casas en
Bienvenido, Manoguayabo. Yo le pagaba el pasaje para ir a la
universidad. Lo atendí en ese momento como un hijo”, narró a reporteros
de LISTÍN DIARIO, al tiempo en que señaló “y ahora dice que no nos
conoce a ningunos”. Samuel Terrero y Erideivi Martínez , dos de los
cuatro hijos de la hija de crianza de Francisca (fallecida), contaron en
la casa de su abuela, ubicada en la calle 4 del sector Los Guaricanos,
en Santo Domingo Norte, cómo se desencadenó la tragedia. Según la
familia, Figueroa Ferreira tenía un largo historial de abusos de
confianza.
“Hubo un tiempo que estuvo enamorado de mi abuela
(Francisca), la acosaba constantemente. Ella misma lo enfrentó en varias
ocasiones”, contó su nieto Erideivi. Sin embargo, no fue esta la razón
de su desaparición en el mes de enero. El conflicto final surgió por un
terreno que el abogado intentó apropiarse y que no le pertenecía, de
acuerdo a lo que contaron los familiares de Francisca.
“Doña Juana
repartió en vida. Hace mucho le había vendido como una mejora, un
pedazo, a una sobrina de ella y ella se la vendió a Figueroa hace mucho
tiempo. Él ahí construyó”, dijo.
“El
atrincheró el callejón de doña Juana y ella le reclamaba que si vendía
por donde iban a cruzar la gente y había un baño que siempre se le dijo
que no iba incluido. El caso es que el cerró el callejón por donde
estaba el verdadero paso de él para el hacer su patio más grande y
amplio”, agregó Samuel.
Francisca
indignada por el abuso que el hombre estaba cometiendo, supuestamente
decidió llevar el caso a la justicia y a Figueroa lo citaron para
resolver el conflicto ante la ley.
Ella se dirigió a la casa de su
madre, en la calle primera, del sector Batey Bienvenido, a dejar la
carta de la citación del hombre a la Junta de Vecinos para que se la
entregara a él y fue la última vez que sus familiares la vieron con
vida.
“Mi
abuela fue sola a entregarle la notificación y él ya lo tenía todo
planeado, porque era a la Junta que ella se la iba a dar y el usó a un
sobrino de ella de carnada para que ella fuera a llevarle la carta
directamente al patio de la casa”, aseguró Samuel.
“El abogado la golpeó brutalmente con un palo por la nuca, la amordazó y la metió en una maleta”, dijo Erideivi.
Mientras la familia desesperada buscaba a Francisca, el abogado se paseaba con una sonrisa, cuentan los familiares de la mujer.
“Ese
desgraciado cuando le preguntamos que si la había vista, que dónde
estaba, decía que mi abuela era una bruja y que andaba volando”, dijo
Samuel.
Francisca era una destacada profesora jubilada de la escuela José Francisco Cabral López.
“Mi abuela Francisca era
una mujer que no se metía con nadie, de su casa. Era la educadora del
barrio. Le dio clases a los niños, jóvenes y adultos del barrio y
alfabetizo a todo el mundo aquí. Hay gente consternada que aún no cree
lo sucedido. No era mala persona, se solidarizaba con todo el mundo”,
dijo Samuel.
Doña Juana contó que el abogado iba a visitarla a su casa a cada rato, pero el trato hacia él no era el mismo.
Anteriormente,
había sido la persona designada para el cobro de los alquileres de las
casa de Juana en Batey Bienvenido, y según contó Juana, “el cobraba las
casas y le quité la tarea porque el dinero de las casas nunca estaba y
siempre había una excusa”.
Juana contó llorando que los utensilios
con los que asesinaron a su hija Francisca estaban en su casa de Batey
Bienvenido. Tras cometer el crimen, el abogado intentó esconderse, pero
fue capturado por las autoridades policiales.
“Él se puso a beber
después que hizo lo que hizo y le dio bebida a todo el mundo, según lo
que muestran las cámaras y entonces fue a la casa de la mamá de David y
dijo que mi abuela andaba volando, sabiendo lo que hizo”, dijo Samuel.
La Oficina Judicial de Servicios de Atención Permanente de Santo Domingo Oeste dictó tres meses de prisión preventiva en contra del hombre para ser cumplidos en Najayo Hombres.
El
abogado en compañía de un nacional haitiano introdujo el cuerpo de la
víctima en una maleta y juntos trasladaron el cadáver en las
proximidades de la rivera del Río Haina para enterrarlo en unos
matorrales.
“Nosotros como familia entendemos que no deben haber
vacas sagradas. Él debe pagar por lo que hizo. Mataron a una mujer que
le sumaba a la sociedad, con hijos, nietos y una madre convaleciente”,
dijo Samuel.
El haitiano está cumpliendo tres meses de prisión como medida de coerción en La Victoria.
Creditos a Listin Diario.